sábado, octubre 02, 2010

La maleta de Josefina


LA MALETA DE JOSEFINA (UNA COLECCIÓN DE LECTURAS DE LOS NIÑOS DE LA GUERRA DE ESPAÑA EN LA UNIÓN SOVIÉTICA)

Artículo publicado como homenaje a Ana Pelegrín en Tradición y modernidad de la literatura oral (ed. de Pedro C. Cerrillo y César Sánchez Ortiz), Cuenca, Universidad de Castilla-La Mancha, CEPLI, 2010, págs. 279-295

Introducción

Dicen algunos de los que contribuyen a un reciente homenaje a Ana Pelegrín que Ana implica a los amigos en su trabajo “mandándoles tarea”, esto es, convenciéndolos de que para el asunto que tiene entre manos es urgente e imprescindible su colaboración y que, por tanto, no tienen otro remedio que ponerse manos a la obra. Es verdad.

El último de mis intensos encuentros con Ana Pelegrín fue en 2006. Ella estaba ultimando la elaboración del catálogo de libros infantiles del exilio del 39, su Pequeña memoria recobrada y –como otras veces- me lió. Primero me encargó la tarea de escudriñar y resolver los entresijos del teatro infantil de Alejandro Casona, cuya creación y cuyo exilio melancólico empezaban a deslumbrarme. Después, me anunció que, aparte de los libros desterrados en América, había otros exilios de libros infantiles, el de los Niños de la guerra evacuados a la Unión Soviética, y que tendríamos que proponernos conocerlos y dar noticia de ellos.

En la primavera de 2008 tuve la ocasión de pasar una semana en Moscú con ocasión de la celebración de la III Conferencia Internacional de Hispanistas de Rusia, y gracias al convenio de colaboración entre la Universidad Estatal Lingüística de Moscú y la Universidad de Cádiz. La Conferencia, que dedicaba un apartado especial a los Niños de la guerra de España (algunos allí presentes), me dio la oportunidad de entrar en contacto con algunas de estas personas, ya octogenarias, que mantienen una memoria asombrosamente viva de su infancia española y un idioma asombrosamente ajeno al acento ruso. En la casa moscovita que sirve de sede y punto de encuentro del poco más de un centenar de niños todavía vivos, fui recibida por Enrique Veintimilla Alonso, su secretario, y mantuve una larga entrevista con Josefina Iturrarán, bilbaína nacida en 1925, y evacuada en 1937 a la Unión Soviética, ya con sus padres desaparecidos por los horrores de la guerra civil española. A sus más de ochenta años, Josefina lamentaba no haber podido nunca regresar a la que seguía considerando su patria, y culpaba de ello tanto a la dictadura de Franco como al Gobierno de la Unión Soviética y al PCUS. Al final de aquella mañana, me hizo entrega de los libros escolares que conservaba, pidiéndome que –ya que ella no podría nunca regresar- los llevara a España y los dejara en lugar seguro. Le prometí que se los entregaría a Ana Pelegrín, y le conté que así los libros de su exilio se podrían sumar a los libros del exilio de otros muchos niños, expatriados también a causa de la misma guerra.

De regreso en España, quise dejar los libros de Josefina en manos de Ana. Era junio de 2008. En la casa madrileña de la calle Linneo, Ana, frente al ordenador, corregía pruebas de Pequeña memoria recobrada. Mientras lo hacía fue dándome indicaciones en tono tan dulce como incontestable: no se quedaría, de momento, con los libros; antes, yo debía catalogarlos y escribir un artículo que se titulase La maleta de Josefina. Este trabajo que ahora incorporo a las Jornadas del CEPLI dedicadas a Ana Pelegrín intenta cumplir, por tanto, con la última tarea que ella me encomendó.

De Ana Pelegrín aprendí a mirar –y en consecuencia a comprender- dos cosas: la poesía infantil de tradición oral y el exilio. Una y otra se fueron incorporando a mi trabajo y a mi pensamiento cotidiano inexorablemente. Y ahora, cuando debo escribir sobre la obra y la memoria de Ana, una y otra se me hacen una misma cosa. Entiendo, desde aquí, que la comprensión minuciosa que Ana tenía de las rimas infantiles tiene mucho que ver con su condición crónica de exiliada, no sólo de la tierra en que nació, sino también de la propia infancia y, aún más allá, de ciertos sistemas académicos y morales de los que se mantuvo desterrada. Es por eso que me parece obligado prologar con una reflexión sobre sus exilios esa otra reflexión sobre la literatura infantil que es La maleta de Josefina.

Los exilios de Ana Pelegrín

Empecé a comprender que había muchos tipos distintos de lectura
y cada modalidad requería una parte de uno para comprenderla.
Por ese entonces, por ejemplo, comencé a dudar de los símbolos patrios,
me parecía muy ingenuo la manera en que nos comentaban
los sucesos históricos, me parecía una lectura muy de anecdotario.
Por cierto, no conozco a los Reyes Godos.
(Ana Pelegrín)

Más de una vez le oí contar a Ana Pelegrín una divertida anécdota de los tiempos en que su madre fue, en Jujuy, maestra de niños indígenas. Intento trascribirla con sus palabras:

“Mi madre quería enseñar a los niñitos a leer y a escribir, en castellano, claro, y pasaba cada día horas y horas con ellos para eso. Los niños le prestaban mucha atención porque mi madre tenía una letra muy bonita y sobre la pizarra se esmeraba en hacer una preciosa caligrafía que dejaba a los niños boquiabiertos. Un día se decidió a pedir a uno de los niños que escribiera en la pizarra lo mismo que ella había escrito: mamá. El niñito empleó un buen rato en hacerlo y, al concluir, mostró un gesto de satisfacción ante las hermosas letras que había trazado. Mi madre entonces le pidió que leyera lo que había escrito, a lo que el niño contestó: - Ah, no, señora, yo no sé leer, eso es cosa de usted, yo hice el dibujo”.

¿Sabía escribir el niño de Jujuy? Evidentemente sí, y con una hermosa caligrafía, pero obviamente de una forma distinta a la de un adulto. Creo que en esa anécdota Ana explicaba lo que tantas veces advirtió como premisa en sus estudios sobre las retahílas infantiles: que el transmisor niño no entiende la poesía ni menos ni peor que lo hace un adulto, que simplemente tiene otra comprensión de la palabra y una percepción del universo diametralmente distinta. La negativa a renunciar a esa percepción del arte llevó a Ana a su primer exilio, el de su propia infancia, una patria a la que melancólicamente volvía cada vez que recogía, transcribía y estudiaba una de esas pedacerías rimadas que tan bien conocía. Esa misma comprensión del poema tuvo asimismo que llevarla a su deslumbramiento eterno por la poesía del 27, y en general por toda la obra de esa generación milagrosa de las primeras décadas del siglo XX que, a su juicio, logró “una nueva dimensión en la creación haciendo una literatura infantil dinámica y disparatada” . Y de esa misma voluntad irrenunciable de comprender el mundo con mirada infantil tuvo que salir su Huerto del limonar (2007), esa sorprendente selección de melancolías poéticas.

El segundo exilio de Ana fue el de la tierra: la salida de Argentina y la vida en España. Un exilio complejo porque, viviendo aquí, comenzó a conocer la médula de los españoles exiliados que había conocido allí, y que seguiría conociendo en el ir y venir entre España y Argentina, México o Cuba. Ese destierro podría haberle comunicado que sus lecturas infantiles no podrían haber sido posibles sin el exilio amargo de los autores españoles y le podría haber sumergido en esa tarea inacabable de buscar billikens por el mundo, para así devolver y devolverse la memoria arrebatada.

El tercer y constante exilio que puedo registrar es el de la heterodoxa. El de la mujer de firmes principios revolucionarios ante el adocenamiento de la cultura y el de la profesora de convicciones humanistas frente al academicismo más angosto. En el prólogo de La flor de la maravilla (1996) defiende el mundo ignorado por los falsamente cultos de manera tajante: “La pequeña tradición tiene su historia no menos importante que la gran tradición”. Y un capítulo de ese libro –“Del mundo al revés”- concentra toda la humildad que puede alcanzar la investigadora por el asombro ante la creación popular:

“Ciertos temas de la cultura popular por su capacidad expresiva tienen extraordinarias ramificaciones; enlazan la vertiente culta a la popular, la poesía y la narrativa, los entremeses, los bailes teatrales, la pintura, la escultura, los grabados antiguos con las producciones de pliegos de Aleluyas, los pliegos de cordel poéticos, juegos de chascos y risas, canciones, seguidillas, coplas y retahílas. Es el caso de El mundo al revés”.

Probablemente el homenaje a la sinrazón que Ana Pelegrín traza en estas páginas sea el emblema más auténtico de su ser intelectual y emocional. El análisis surge de la erudición libresca minuciosa, de la escucha atentísima a lo que se canta o se cuenta, se desenvuelve el estudio en orden sistemático, en clasificaciones cuidadosas y en ejemplos iluminadores. Y es la razón absoluta la única que puede explicar el resultado, esa conclusión que Ana da sobre la retahíla: “Me gusta porque no puede ser”.

Los libros de los Niños de la guerra

Por los caminitos
que abre la nostalgia
cada día vuelvo
a la tierra amada.
(Juan Rejano, Canciones para la paz, 1955)

La pequeña colección de Josefina Iturrarán comprende una mayoría de libros editados entre las décadas de los sesenta y los setenta, muchos en Moscú, y unos pocos en Kiev y La Habana. Atendiendo a su organización y a los objetivos expuestos por los autores, son netamente apreciables dos grupos de libros: antologías literarias o colecciones de lecturas escolares, por una parte; y por otra, manuales de gramática en los que a las nociones teóricas se adjuntan textos sobre los que realizar ejercicios de comprensión del idioma español. En este segundo grupo conviven piezas, fragmentos o adaptaciones de textos literarios con otro material de lectura: la crónica periodística, la reseña histórica, la semblanza biográfica, el análisis político, o sencillamente el mensaje ideológico-propagandístico. En cualquier caso, como iremos viendo, en ningún ejemplar se disocia la educación artística de la social y política, dando a entender que una y otra son complementarias, si no una misma cosa, bajo la perspectiva del sistema escolar soviético.

Para entender de manera cabal el sentido y las propuestas pedagógicas de la colección hemos de remontarnos al momento histórico de la evacuación de los niños de la guerra civil española a la Unión Soviética, a cómo el país de acogida organizó la escolarización de estos niños, y de qué manera, en consecuencia, el aprendizaje de la cultura española quedó incorporado a la educación infantil .

Entre 1937 y 1938 cerca de tres mil niños españoles fueron evacuados a la Unión Soviética en campañas organizadas por el gobierno republicano, que así intentaba alejarlos de los bombardeos, las represalias políticas de los sublevados y la desnutrición cada vez más acuciante que los amenazaba. Las campañas de evacuación fueron organizadas por el Ministerio de Instrucción Pública, que desde 1931 había asumido la tarea de una profunda reforma pedagógica que quedó frustrada por la guerra civil. El entonces responsable de este Ministerio, Jesús Hernández, escribiría al respecto:
“Cuando la guerra comenzó a agravarse en el norte de España, la URSS nos hizo la oferta de estar dispuesta a recibir a unos cuantos millares de hijos de combatientes para salvarles de los horrores de los bombardeos y para educarles convenientemente. Yo era entonces Ministro de Educación Pública y organicé la salida de varias expediciones de niños de ambos sexos, haciéndoles acompañar de profesores españoles para facilitar la educación en el propio idioma. Estaba convencido de que era una verdadera suerte la de aquellos niños, tanto al alejarles de los riesgos de la guerra civil como de poder ser educados en el país del socialismo” .

Los niños salieron con el consentimiento de sus padres o familiares, y con las miras puestas en el regreso en el momento en que el conflicto bélico alcanzase su fin. La victoria del bando nacional, sin embargo, y la posterior dictadura complicó el retorno de muchos, y aún lo hizo imposible en una gran parte de casos. Después de las repatriaciones de los años cuarenta y cincuenta, pues, quedaron sin regresar alrededor de la mitad de los niños evacuados, convertidos ya en ciudadanos soviéticos, si bien en unos ciudadanos singulares, pues la conciencia de pertenecer a una doble patria ha sido y es un denominador común de todo el colectivo. Un fragmento de las memorias de Josefina Pérez Sacristán, niña de la guerra, expresa con intensidad este sentimiento:
“Siempre, al llegar la primavera, Lara se sentía extraña, con el ánimo mudable. Gustaba entonces de dar largos paseos por el campo... A veces se sentía irresistiblemente atraída por la alucinante amapola, que ella asociaba con la luz, con el sol, con el mar, con España, y en esos momentos experimentaba un deseo vehemente de emprender el vuelo. Otras veces contemplaba con especial ternura el fugaz, sutil y frágil vasiliok y entonces se intensificaba su admiración por la naturaleza rusa. Y esa incurable inquietud, ella la expresaba en ingenuas poesías dedicadas a sus dos patrias.

Mi patria gris, cercana,
con sus nieves heladas,
sus cúpulas doradas,
sus estepas calladas.

Y mi patria azul, lejana,
con su cielo radiante,
sus hermosos contrastes,
su atmósfera fragante...”

A su llegada a la Unión soviética, los niños evacuados fueron repartidos en casas infantiles, donde eran atendidos por profesores y personal auxiliar tanto soviéticos como españoles. Como refiere Jesús Hernández en el comentario que acabamos de transcribir, para el gobierno español republicano tan importante era poner los niños a salvo de los horrores de la guerra como asegurarles una continuidad en su sistema escolar. Y fue así hasta cierto punto, pues los maestros españoles evacuados (alrededor de un centenar) y los propios responsables del país de acogida se encargaron de que los niños prosiguieran su educación en la cultura y el idioma español, aunque en un marco pedagógico muy matizado respecto a los contenidos sociales, políticos e ideológicos.

Los Niños de la guerra –nacidos aproximadamente entre 1925 y 1932- habían comenzado su etapa escolar en el contexto de la regeneración educativa puesta en marcha por la II República, y en concreto por el Ministerio de Instrucción Pública, en 1931. El proyecto venía de lejos; de hecho, las coordenadas esenciales de esta nueva pedagogía se habían trazado en los orígenes del krausismo español, a finales del siglo XIX, y se habían ido consolidando en las décadas siguientes en espacios tan representativos como la Institución Libre de Enseñanza, y en campañas tan emblemáticas como las Misiones Pedagógicas . El ideario pedagógico republicano, por tanto, estaba más que maduro al comienzo de la guerra civil española, y a grandes rasgos podría resumirse en los siguientes principios: la igualdad (entre hombres y mujeres, entre pobres y ricos), la educación integral (artística y científica) y el diálogo cultural aldea-ciudad .

La “educación socialista” de las escuelas infantiles soviéticas, obviamente, no difería mucho de este ideario, de manera que los niños españoles evacuados –y sus descendientes y educandos de las generaciones posteriores- siguieron creciendo en la pedagogía anhelada por sus padres y primeros maestros, “depurados” o silenciados en una España que vivieron como lo que no pudo ser. Los libros escolares de esta colección dan fe de ello, y remiten a los propios testimonios de los niños que pasaron por aquellas escuelas infantiles:
“Las clases principalmente eran en español, yo no recuerdo en aquella época que fuera en ruso alguna asignatura, eso ya más tarde. Tenía de maestra a Concha Bello, que era de verdad bella, bellísima. Estudiábamos los libros que habían preparado para los niños españoles, estupendamente, de poetas, poesías de Rafael Alberti y un texto de Mª Teresa León, me acuerdo muy bien. Tenía otra maestra, muy bonita también, Mary Suárez”

Lo primero que llama la atención de las lecturas escolares que manejamos es el ingente material de textos de la tradición oral hispánica, más españoles, pero muchos también latinoamericanos. Los números 3, 11 y 13 de la colección de Josefina Iturrarán , por ejemplo, son muy representativos al respecto. En todos los casos las antologías se abren con chistes y cuentecillos tradicionales, y prosiguen con canciones líricas en las que sistemáticamente se añade la partitura al texto, y de las que muchas veces se especifica la procedencia folklórica (Castilla, León, Valencia, Andalucía...). El modo y el sentido de hacer llegar al niño el texto tradicional son idénticos a los de algunos cancioneros editados en la España de las primeras décadas del siglo XX, pioneros en el uso pedagógico de la memoria poético-musical, y evidentemente vinculados al diálogo campo-ciudad fomentado por el krausismo. En el exilio, folkloristas, musicólogos, escritores y educadores prosiguieron esa labor que Manuel Bartolomé Cossío, fundador de las Misiones Pedagógicas, había proclamado como el deber de “devolver al pueblo lo que es del pueblo”, y que podría quedar resumida en el trabajo de Eduardo M. Torner como director del Coro del Pueblo y en su obra El folklore en la escuela .

Tras el interés de enseñar a los niños el canto popular también se encuentra una consigna revolucionaria, muy cara a la educación soviética, que se orienta hacia la confianza en la formación infantil como preparación de los mejores patriotas. “Creemos al hombre nuevo / cantando. / Al hombre nuevo de España, / cantando” proclamaría Alberti con una fe rotunda en que cantar y crear el futuro son una misma cosa. Y así, junto a las añejas canciones tradicionales y sus pentagramas, en los libros aparecen himnos y canciones políticas y patrióticas: La marcha de los pioneros, El ejército del Ebro, Peleamos, peleamos, Himno de Cuba, Los guerrilleros (adaptación de una canción soviética), La joven guardia (himno de la juventud comunista), Himno de Riego, La Internacional, Oda a Lenin (de Neruda) o No nos moverán, encaminadas todas ellas a preservar, sí, la cultura española entre los niños, pero al mismo tiempo a educarlos como futuros ciudadanos soviéticos. Una de aquellas educandas, Isabel Álvarez Morán, recuerda en sus memorias que a los 17 años adoptó voluntariamente la nacionalidad soviética:
“Comprendimos que era una necesidad temporal, pues la pérdida de la República significaba para nosotros un retorno lejano a la patria, ya que los soviéticos no estaban dispuestos a enviarnos a la España franquista, a fin de evitar males mayores tanto a nosotros como a nuestros familiares. En solemne acto nos entregaban este documento que nos acreditaba como ciudadanos de ese país, con plenos derechos y deberes lo mismo que a todos los habitantes del país”

Otra vertiente literaria en la que abundan los libros de la colección, la del teatro, merece un comentario algo detenido.

Las compilaciones de lecturas escolares suelen recoger varias modalidades dramáticas, todas de carácter breve: adaptaciones (sinopsis) de comedias del Siglo de Oro, de sainetes, o de obras contemporáneas (El Perro del hortelano, de Lope de Vega, La dama duende, de Calderón, o Bodas de sangre, de García Lorca, por ejemplo); adaptaciones para la escena de cuentos populares (una de las fuentes más utilizadas son los Cuentos populares de Castilla, recopilados por Aurelio M. Espinosa), de novelas o de fragmentos de novelas (El Lazarillo de Tormes, por ejemplo, o Marianela, de Pérez Galdós); y adaptaciones para títeres de piezas líricas o narrativas de la tradición oral hispánica (romances, retahílas y canciones infantiles).

Probablemente sea en este sector donde se aprecie con más nitidez la continuidad, en la educación soviética, de la nueva pedagogía ensayada en España por el krausismo y la escuela republicana. Y me refiero, sobre todo, a la confianza del magisterio español de las primeras décadas del siglo XX en el teatro como instrumento educativo, y también como herramienta de regeneración social y como arma revolucionaria. En efecto, la regeneración cultural de aquellos años comienza y termina en el teatro: teatro de cámara, primero, en las grandes ciudades, que ensaya modos dramáticos innovadores, y que intenta acabar con el costumbrismo y la ramplonería del teatro decimonónico ; y teatro ambulante luego, en los años de la República, llevando hasta la última aldea el placer y la risa de la escena y ofreciendo a los niños la mejor literatura en los teatrillos de títeres. El Teatro del Pueblo y el Retablo de Fantoches de las Misiones Pedagógicas son, junto a La Barraca de García Lorca, emblemas de ese optimismo en el poder de la palabra escénica para educar social, moral y políticamente .

La intensa actividad en torno al teatro se resolvió en la España de preguerra en las mismas fórmulas que hemos visto recogen las lecturas soviéticas. La comedia y el teatro menor del Siglo de Oro, considerados por los regeneracionistas como verdadero teatro popular, retornaron a las tablas en adaptaciones para las compañías ambulantes, formadas por estudiantes y aficionados; el gran venero de la tradición oral encontró, por su parte, su mejor cauce de representación en el guiñol, y para el guiñol escribieron algunos de los mejores escritores de la época, convencidos de la consigna que en algún momento proclamó Alberti: “usemos los títeres como fusiles” .

Teatro, política y pedagogía formaban, pues, el triángulo que siguió rigiendo la educación de los niños españoles en la Unión Soviética, quienes así alcanzaron un conocimiento de la literatura popular española y de sus mejores autores que en España quedó vedado. Lo ejemplifica, en esta colección, las varias adaptaciones del teatro infantil de Alejandro Casona, y la edición cubana de Sancho Panza en la ínsula (nº 5), una pieza creada por el autor al hilo de su labor en el Teatro del Pueblo y que sólo alcanzaría a ver publicada en el exilio de Buenos Aires .

La educación literaria y la política, como ya adelantaba, no llegan nunca a disociarse en los libros escolares soviéticos. Si evidente resulta en las piezas teatrales, más aún lo es en la selección de autores (poetas, sobre todo) y de textos españoles y latinoamericanos, teniendo en cuenta además que la presencia de estos últimos se incrementa a partir de mediados de los sesenta, cuando se consolida el triunfo de la revolución cubana y entre La Habana y Moscú se crea un camino de comunicación intercultural a espaldas (y en contra) del mundo capitalista.

Además de los textos de Cervantes (sobre todo de las Novelas ejemplares), de Pérez Galdós, de Pereda, de Blasco Ibáñez o de Emilia Pardo Bazán -presentes en prácticamente todas las antologías-, las lecturas hacen hincapié en poetas españoles contemporáneos, con especial interés en los exiliados o represaliados por la guerra civil: Antonio Machado, Federico García Lorca o Miguel Hernández, a cuyas poesías suele encabezar una nota bio-bibliográfica de claro matiz político. Así en el caso de Lorca: “En agosto de 1936 Lorca fue asesinado salvajemente por los fascistas en su querida Granada a pocos días después de la sublevación franquista” (nº 11); o, en el ámbito americano, de José Martí, “gran revolucionario y demócrata cubano, poeta y publicista, luchó infatigablemente por la liberación de Cuba y dio su vida por la Patria en la Guerra de la Independencia de 1894-1898” (nº 3). El uso de la literatura como instrumento ideológico se deja ver, en último término, en la propia selección que se hace de los textos poéticos, siempre más interesada en recalcar la militancia política de los autores que en plasmar su lado intimista.

Como no podía ser de otro modo –dado el devenir histórico de los Niños de la guerra en la Unión Soviética- las lecturas escolares procuraron mantener la identidad y la memoria cultural de los niños, objetivo primordial del gobierno republicano en el momento de las evacuaciones ; pero poco a poco, conforme avanzaban las décadas, a esta intención se fue superponiendo otro interés, el de acercar a los escolares a la cultura rusa, formándolos así como ciudadanos soviéticos:

A pesar de que no se ha encontrado un documento explícito que lo confirme, del análisis de las fuentes escritas y orales se deduce que la consigna general dada a todas las Casas fue la de educar a los niños españoles como españoles. Se trató de acercarlos a la cultura rusa, pero evitando su asimilación. Esta actitud se manifestaba con referencias ideológicas rituales que nos han resaltado casi todos los testimonios orales: tenían que trabajar duro para que cuando volvieran a España fueran útiles en la construcción del socialismo. Las circunstancias bélicas en España –la derrota de la República- y en la Unión Soviética –la lucha contra los invasores alemanes, seguidas de la Guerra Fría, contribuyeron a la decisión de que los niños evacuados provisionalmente se convirtieran finalmente en los españoles de Stalin” .

En consecuencia, a partir de finales de los sesenta se detecta claramente en los libros de la colección un descuido del material propiamente literario, y un énfasis en las lecturas político-ideológicas. Es aquí donde toman el relevo las biografías heroicas, las crónicas periodísticas o las reseñas históricas, y donde aparece un nuevo modo de estructurar la antología. Ya no se concibe ésta como muestrario más o menos desordenado de textos representativos de la cultura y la literatura españolas, sino que se aplica un guión, un hilo narrativo que establece un único modelo de comportamiento y conduce por una sola senda de pensamiento al escolar. Estos libros los protagonizan niños o jóvenes que, en primera persona, narran su experiencia como estudiantes (de procedencia española o cubana) en la Unión Soviética, y van ofreciendo al lector infantil su particular repertorio de lecturas: “El movimiento revolucionario internacional de la clase obrera” (del Programa del PCUS); “El único camino (recuerdos de la guerra de España)”, de Dolores Ibárruri; “La victoria en las cercanías de Moscú en diciembre de 1941”; “La hazaña del Granma, según Ernesto Che Guevara”; o “El asesinato de Víctor Jara (Chile, 1973)”.

La maleta de Josefina muestra, pues, una de las tragedias del exilio, aquella en la que al niño se le impone el olvido de sus patrias (la de su tierra y la de su infancia), a fuerza de consignas y banderas, y en la que la politización acaba destruyendo a la melancolía, o al menos la dignidad de la melancolía. Una tragedia algo distinta a la de los libros del exilio americano atesorados por Ana Pelegrín, en los que el tiempo y la lejanía dejan ver cómo la fe en la revolución social se va difuminando. Tragedias complementarias, al fin y al cabo. Tragedias del destierro.


Anexo. Libros donados en mayo de 2008 por Dña. Josefina Iturrarán (Bilbao, 1925), residente en Moscú, para la colección Ana Pelegrín .

1
Hable español / por M.Rodríguez-Iriondo y N. Sótnikov
Moscú, 1963
134 págs.
Español y ruso para ejercicios de traducción. Textos, ejercicios y vocabulario

2
Manual de lengua española
1965
274 págs.
Ruso y español.
Textos de carácter social, político y literario. Crónicas y artículos periodísticos contra el imperialismo norteamericano. Fragmentos literarios de: Armando Palacio Valdés, Emilio Prados, Nicolás Guillén, José Martí, Bécquer, Lorca. Adaptaciones de Calila e Dimna y de El Conde Lucanor

3
Leamos español
Moscú, 1967
143 págs.
Introducción en ruso / textos en español
Lecturas escolares para el aprendizaje de español: leyendas, cuentos de tradición oral, fragmentos de obras del Siglo de Oro, chistes, cuentecillos tradicionales, fábulas. Leyendas históricas. Adaptaciones de leyendas de Bécquer. Biografías ejemplares. Textos de Cervantes (Novelas ejemplares)

4
Lecturas escogidas, por las Doctoras María C. Escanaverino de Díaz y Etelvina Fernández Viña Pérez
Imprenta Nacional de Cuba, 196?
303 págs.
Español
Lectura escolares. Textos de Martí, Rubén Darío, Gertrudis Gómez deAvellaneda, Antonio y Manuel Machado, José María de Pereda, Galdós. Se intercalan ilustraciones en blanco y negro de pinturas españolas y americanas (Murillo, Diego Rivera)

5
Sancho Panza en la ínsula, de Alejandro Casona
Editora Juvenil – Editora Nacional de Cuba, 196?
48 págs.
Español
Teatro popular

6
Español para el 5º grado
Moscú, 1969
223 págs.
Español. Textos, ejercicios y vocabularios. Rimas infantiles.

7
Gramática de la lengua española (Morfología y sintaxis de las partes de la oración) / por E.V. Litvinenko y A.S. Vicente
Universidad de Kiev, 1969
236 pags.
Español
Manual de gramática. Nociones teóricas acompañadas de ejemplos (oraciones) de autores españoles y latinoamericanos de los siglos XIX y XX. Fernán Caballero, Bécquer.

8
Español para el 7º grado
Moscú, 1970
238 págs.
Español y ruso
Gramática, textos, ejercicios y vocabulario. Biogafías heroicas: Lorca, Martí, Dolores Ibárruri. Textos políticos.

9
Español para el 4º grado
Moscú, 1970
223 págs.
Español
Gramática, textos, ejercicios y vocabulario. Biogafías heroicas. Himnos.

10
Español para el 10º grado
Moscú, 1971
207 págs.
Español con notas aclaratorias en ruso.
Gramática, textos literarios y ejercicios. Poesías de Antonio Machado. Fábulas de Samaniego. Himnos. Textos políticos de Carmen de Burgos. Apéndice final con textos de Caballero Bonald, Alfonso Sastre, Neruda, Lorca y Alberti.

11
Lectura analítica
Moscú, Editorial Enseñanza Superior, 1972
143 pags.
Español
Cada capítulo sigue la misma estructura: reseña bio-bibliográfica del autor, textos y fragmentos seleccionados. Textos de autores españoles del siglo XIX y primera mitad del XX. Ejercicios de lectura. Autores incluidos: Pérez Galdós, Baroja, Blasco Ibáñez, Valle-Inclán, Ricardo Güiraldes, Rómulo Gallegos, Lorca, Izcaray, Casona, Cela, Ana Mª Matute.

12
Diálogos en familia, para los grados 8-9 de escuela secundaria
Moscú, 1973
92 págs.
Español
Ejercicios y vocabulario

13
Bienvenidos a nuestra fiesta
Moscú, 1974
208 págs.
Introducción breve en ruso / textos en español
Lecturas escolares. Poemas de tradición oral, canciones tradicionales con letra y partitura, teatro del Siglo de Oro, adaptaciones para títeres, adaptaciones para la escena. Poesías para párvulos:Amado Nervo, Gloria Fuertes, Alberti. Otros poetas: Juana de Ibarbourou, Julio Mateu, Lorca, Miguel Hernández, Nicolás Guillén, Manuel Machado. Canciones políticas e himnos.


14
Libro de lectura para el 9º grado
Moscú, 1974
118 págs.
Español
Lecturas escolares y guías de lectura para comprender la cultura y la situación política de España y Cuba. Autores españoles y cubanos. Lorca, José Martí, Julio Mateu, César Leante, Manuel Navarro Luna, Herminio Almendros.

15
Libro de lectura para el 8º grado
Moscú, 1974
119 págs.
Español
Lecturas escolares. Breves crónicas sobre episodios de la revolución rusa y cubana. Textos de Jesús Orta Ruiz, Indio Naborí, Julio Mateu. Biografías de héroes y heroínas de la revolución.


16
Español avanzado / por M.G. Sorojova
Moscú, 1974
232 págs.
Español y ruso para ejercicios de traducción
Gramática, textos literarios, ejercicios y vocabulario. Textos literarios: Alfonso Sastre, Cervantes, Ricardo Palma, Casona, Rómulo Gallegos, Benedetti. Textos políticos: Dolores Ibárruri.

17
El español
Kiev, 1975
318 págs.
Ruso y español
Gramática, vocabulario y ejercicios. Textos históricos sobre la Unión Soviética. Textos literarios: Joan de Timoneda, Juan Goytisolo, José Martí.

18
Libro de lectura para el 10º grado
Moscú, 1977
143 págs.
Español
Lectura escolares. Textos de tradición oral. Textos de autores españoles y latinoamericanos: Blasco Ibáñez, Nicolás Guillén, J. Amado, Juan Valera, Herminio Almendros, Emilia Pardo Bazán, Horacio Quiroga. Adaptaciones de cuentos de Andersen. Poesía: Neruda, León Felipe, Alberti, Miguel Hernández, Martí, A. Machado, Juan Ramón Jiménez. Textos políticos, firmados por soviéticos miembros de las Brigadas Internacionales. Textos literarios de autores soviéticos. Biografías heroicas: Simón Bolivar, José de San Martín, Fidel Castro.

19
Estudio español
Moscú, 1978
287 págs.
Español y ruso
Gramática, textos y ejercicios. Textos políticos y técnicos: Ramón Tamames, Salvador Allende.

20
Sin título
Moscú, 1978
408 págs.
Ruso y textos en español para comprensión y traducción
Gramática del español y textos complementarios. Crónicas históricas y periodísticas sobre la historia y la actualidad de la Unión Soviética. Se intercalan textos breves de tradición oral española.

21
Conversemos en español / por M.A. Alexandrova y L.I. Gálkina
Moscú, 1979
128 págs.
Español y ruso para ejercicios de traducción
Ejercicios de diálogo y traducción. Textos políticos.

22
Español práctico. Curso avanzado / por: G.D. Bokshitskaya y M.G. Gorójova
Moscú, 1985
181 págs.
Español-ruso (traducciones bilaterales)
Textos de autores españoles y latinoamericanos del siglo XX para ejercicios gramaticales y ejercicios de conversación. Autores: Neruda, Benedetti, García Márquez. Textos políticos.

23
Libro de lectura para el 9º grado
Moscú, 1986
120 págs.
Español
Textos y ejercicios. Selección de autores españoles, latinoamericanos y soviéticos. Textos de Herminio Almendros, Blasco Ibáñez, Ana M Matute, Juan Valera, W. Fernández Flores, Juan Goytisolo, I. Aldecoa. Leyendas. Himnos, canciones y poesía política.

24
Español
Moscú, 1987
160 págs.
Español
Manual de lexicografía. Breve apéndice final con textos de autores españoles y latinoamericanos: Neruda, Mercedes Salisachs, Luis Goytisolo, Buero Vallejo, Antonio Gala.

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